Depravación familiar
"Depravación familiar"
"¿Estás listo, mi vida?" El papá le dijo a la mamá con una sonrisa pícara en la cara, ajustando la corbata ante el espejo del baño. La mamá, desnuda, se rió suavemente y asintió, su piel brillando con la luz de la mañana que se colaba por la ventana.
"¿Todo el plan sigue en pie?" Preguntó la mamá, sus ojos brillando con excitación.
"Claro, todo perfecto. Mi hermano estará aquí en una hora." El papá le dio un beso en la mejilla y salió del cuarto, cerrando la puerta suavemente. La mamá se estiró en la cama, acariciando la sábana suave.
Fuera, la vida en la calle era una rutina monótona. Los autobuses llenos de gente se detenían en cada parada con un chirriar de frenos. El sonido se colaba por la ventana abierta, haciéndola sentir un poquito aburrida. Ella sabía que el día prometía ser interesante.
De repente, la puerta del dormitorio se abrió de golpe, y la mamá se sobresaltó. Su corazón se aceleró al ver a su hijastro de 14 años en la puerta, su mochila colgando de un hombro. "¿Mamá?" Dijo, confundido. "¿Por qué no me despertaste?"
"¿Tú ya estás aquí?" La mamá se cubrió con la sábana, el calor subiéndole a las mejillas. "¿No tienes clases hoy?"
"Las tengo a las diez. Olvidé mi cuaderno." El muchacho se acercó a la ventana y la abrió un poco más, permitiendo que el aire fresco del amanecer inundara la habitación.
La mamá tragó saliva y se esforzó por mantener la calma. "¿Dónde está tu papá?"
"Fuera. Me dijo que viniera a buscar mi cuaderno." El chico se dio la vuelta y la miró fijamente, la curiosidad en sus ojos. "¿Por qué estás en la cama?"
"Eh, solo me levanté temprano para... para preparar el desayuno. No hay nada de qué preocuparse." Ella sonrió nerviosamente, intentando que la conversación pareciera normal.
Pero la mamá no podía quitar la sensación de que la habitación se estaba llenando de tensión. El chico la miraba de una manera que le resultaba desconocida. La vida afuera continuaba su marcha, sin saber que alguien la observaba a través de la ventana.
"¿Por qué la ventana está abierta?" Preguntó el muchacho, su tono un poco extraño. La mamá se apresuró a responder: "Es que el calor es insoportable, quería que entrara un poquito de aire."
Mirando afuera, el chico notó la figura de su tío acercándose a la puerta de la calle. Su corazón latía con anticipación. La mamá intentó distraerse, hablándole de la importancia de no olvidar su material para la escuela, de la comida que le dejaron en la nevera, de las tareas que debía terminar.
Pero la distracción no duró. El sonido de las llaves en la cerradura y las voces masculinas que resonaron en el pasillo le hicieron sentir que el plan se iba al traste. Su tío y su papá entraban a la sala, riendo y comentando lo que parecía ser un chiste. Ella se apretó contra la cabecera, la sábana ahora empapada en su propia excitación.
Cuando el chico se dio la vuelta, la mamá supo que la situación se complicaba. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a su tío entrar con su papá. Su tío la miró, sonriendo, y la mamá notó la lujuria en su rostro. "¿Por qué estás aquí?" Preguntó el chico, y ella supo que su respiración se había acelerado.
"Es... un asunto de familia. Tu papá y yo teníamos que hablar con tu tío." La mentira salió de su boca con facilidad, y el chico la escuchó, aun sin entender del todo.
"¿Y por qué estás desnuda?" Su tono se volvió un tanto acusatorio, y la mamá se mordió el labio inferior. La ansiedad se apoderó de ella, sabía que el plan no iba a salir del todo bien.
Su marido, notando la tensión, se acercó a la cama y le dio un beso en la mejilla a la mamá. "¿Todo listo?" Le susurró al oído, haciéndola estremecer.
"¿Papá, qué pasa?" El chico parecía aún más confundido. La mamá se sentía atrapada, sus ojos se desviaron a la ventana, y allí, la visión de su propia vida se reflejaba, a la deriva en el mar de la indecencia.
Su cuñado la miraba ahora con una sonrisa maliciosa. Ella podía sentir su mirada penetrante, sabía lo que quería. El deseo que se desatara en la habitación se volvía insoportable.
"Mamá..." El chico se acercó lentamente a la cama, "¿Por qué la puerta de tu cuarto no lo cerraste?"
La mamá tragó saliva, intentando formular una respuesta, una excusa que sonara convincente. Sin embargo, la realidad era que no podía negar lo obvio. Sus ojos se cruzaron con los de su cuñado, y en su interior, la luz de la resistencia se apagó lentamente.
"Esto no es lo que parece, cariño." Dijo la mamá, con un susurro que sonó a súplica. "A veces los adultos... hacemos cosas que no son para que los niños las vean."
Su cuñado se acercó a la cama y le deslizó la sábana por completo, exponiéndola a la mirada del chico. Ella se cubrió las tetas con las manos, roja de la humillación.
"¿Quieres unirte?" El cuñado le guiñó un ojo, y la mamá supo que no podía escapar. La excitación se volvía en contra de ella, y la idea de que su propio hijo la viera desnuda e involucrada en una escena tan perversa la emocionaba de una forma que jamás habría imaginado.
El chico se detuvo en seco, la incredulidad en su rostro. "¿Papá...?"
El papá se rió, y la mamá pudo sentir la tensión sexual en la habitación incrementarse. "Solo son cosas de adultos, no te preocupes."
Con un gesto de la cabeza, el cuñado le indicó a la mamá que se moviera, que hicieran un sitio para el chico. Ella se sentó en la cama, sus piernas abriéndose lentamente. Su marido se acercó, desabrochando su pantalón, mostrando su miembro erecto.
"¿Ves, cariño?" Dijo la mamá, con una extraña combinación de nervios y seducción en su tono. "A veces, la vida es sorprendente."
El muchacho no podía creer lo que veía. Su papá se acercó a la cama y le puso una mano en el hombro. "Ven, si quieres." Dijo, con una sonrisa que no delataba el mal que se escondía detrás de ella. "Aprenderás cosas."
El chico dudó, su cara pasando del asombro a la confusión. "Pero..."
"No hay peros." Interrumpió el cuñado, acercando su cara a la de la mamá. "Aquí se hacen las cosas a nuestra manera."
Y con esas palabras, la mamá se rindió. Su boca se abrió en un gemido ahogado al sentir la boca de su cuñado en un pezón, chupando con avidez. Su marido se acercó, su miembro duro presionando contra su entrepierna.
"Mamá..." El chico se acercó, la mirada fija en la escena que se desplegaba ante él. "¿De verdad?"
Ella asintió, sus ojos llenos de lujuria. "¿No quieres probar?"
Y allí, en la cama de matrimonio, con la vida continuando su rutina afuera, la mamá, el papá y el cuñado se embarcaron en una aventura que reescribiría las reglas de la familia y la inocencia del muchacho. La luz del sol se colaba por la ventana, bañando la escena en un tono dorado que hacía que la suciedad de la traición se viera aun más atractiva.
Fuera, la vida continuaba, indiferente al pecado que se cometía en la intimidad del hogar. Y la mamá, al sentir las manos de su marido y la boca de su cuñado en su piel, supo que este sería un día que jamás olvidaría.
La mamá se acostó en la cama, permitiéndoles a los dos tomar el control. El chico se sentó en la cama, su mochila en el suelo olvidada. La mamá le sonrió, y con una sensación de miedo y excitación, el muchacho se acercó.
Su papá lo empujó suavemente, haciéndolo recostarse a su lado. La mamá se acercó y le besó, su boca sabía a la vida que el chico desconocía. Su tío le quitó la camisa, y la mamá pudo ver el incipiente vello en su pecho, la piel suave y caliente.
El chico temblaba, sus manos temblorosas se movían por el torso de la mamá. Ella se detuvo, lo miró a los ojos y sonrió. "Tranquilo, mi vida. Esto es natural."
Y allí, en la cama, la mamá y los dos varones se movieron en un baile de deseo y lujuria, cada uno tomando su rol en la escena erótica que se desplegaba. El papá, guiando al chico, le mostró a la mamá, que ya no era solo su esposa, sino su maestra en este rito de paso a la madurez que no figuraba en los libros de texto.
El chico, aun inexperto, se dejo guiar por sus instintos, y pronto, sus dedos tocaron la humedad que emanaba de la mamá. Ella jadeó, su respiración se volvió pesada, y su marido le susurró al oído: "Tócalo, cariño. Tócalo con cuidado."
Mientras el chico se adentraba en un terreno desconocido, la mamá se entregó a la experiencia, permitiéndoles a los dos explorar su cuerpo. La excitación se palpaba en el aire, haciéndola sentir viva, deseada.
Su cuñado se acercó, y la mamá no pudo evitar la sensación de culpa y placer que la invadía al sentir su miembro duro en su boca. Ella sabía que su vida jamás volvería a ser la misma, que cada sonido, cada olor, cada tacto, estaría impregnado de la travesura que se cometía en la mañana soleada.
Su marido le acariciaba la espalda, alentando al chico a continuar, a profundizar en la intimidad que compartía con su mamá. Ella miraba a su esposo, sus ojos llenos de una emoción que no podía definir, y en su rostro, reflejó la aprobación que buscaba.
El chico, cada vez mas seguro, empezó a moverse rítmicamente, empapando sus dedos en la humedad que la mamá le ofrecía. Ella se movía debajo de la sábana, su respiración agitada y sus ojos cerrados, disfrutando del placer que su propio hijo le daba.
Su cuñado la penetró lentamente, y la mamá jadeó, el placer haciéndola sentir sucia y maravillosa a la vez. El chico la miraba, su cara roja, sus ojos brillando con la excitación de lo que sucedía. La mamá supo que ya no podía volver atrás, que la vida ya no sería la que solía ser.
Con cada embestida de su cuñado, la mamá se acercaba al clímax, su vagina apretando alrededor de la polla que la invadía. El chico la acariciaba, sus dedos temblando de emoción, su mamá, la santa figura de pureza, ahora era su juguete sexual.
Ella abrió los ojos, y su mirada se cruzó con la del chico. Allí, en la cama, la mamá se dio por vencida, permitiéndose sentir la locura del acto que cometía. "Sí, cariño, si." Susurró, su boca llena del sabor a varón que la despertaba a un placer que jamás habria imaginado.
Su marido sonrió, satisfecho. "Así es, mi vida. Aprende." Y la mamá lo supo, que su vida ya no era solo la de una esposa y una madre, sino la de una amante que se entregaba a la lujuria sin límite.
Fuera, el bullicio de la calle continuaba, las personas pasando por delante de la ventana, sin sospechar el pecado que se consumaba en la habitación. La mamá, la esposa, la amante, se enredó en la sábana, la vida que una vez conoció ahora se desvanecía en la distancia, reemplazada por la pasión sin restricciones que la consumía.
Y allí, en la cama, la mamá, el papá y el cuñado se movieron en un frenesí de deseo que desafiaba las leyes del cielo y la tierra. El chico, ahora ya no un muchacho inocente, se sumergía en la sensualidad que la vida le ofrecía. Con cada caricia, cada beso, cada penetración, la mamá se sentía aun más atrapada en la red de placer que se tejía a su alrededor.
Su cuñado la tomó por detrás, embistiendo su interior con una pasión que hacía temblar la cama. Ella gritó, sus manos aferradas a las sábanas, el placer desbordando cada rincón de su ser. El papá la miraba, la sonrisa de satisfacción en su rostro, sabiendo que la mamá era suya, que la compartiría con el que una vez fue su rival.
Mientras el chico se adentraba cada vez más en el placer, la mamá no pudo evitar la sensación de que la vida que alguna vez la atormentó ahora se desvanecía en la brisa del amanecer. La habitación olía a sexo, a la intimidad que se rompía y se reconstruía en cada movimiento.
Ella se acercó al borde del clímax, la presión en su interior crecía, la sensibilidad extrema de su clítoris la hacía gritar de placer. El chico la miraba, sus ojos anhelando, ansiando por saber más, por sentir más. El papá le susurró: "Ahora, mi vida, ahora."
Con un empujón final, la mamá se vino, su cuerpo retorciéndose en la cama, las piernas temblando. El chico la acariciaba, la miraba, la admiraba. Y ella, en la cumbre del placer, no pudo evitar sentir la culpa que la devoraba por dentro.
Pero el placer era demasiado intenso, y la culpa se desvaneció en la brisa que entraba por la ventana. El cuñado se corrió en su interior, y la mamá gimió, la sensación de ser llena la envolvía por completo.
Su marido se acercó, y la besó, su sabor a sexo y a traición en su boca. "¿Te gustó, cariño?" Preguntó, y ella asintió, sin hablar, sabiendo que las palabras no podrían describir el torbellino de sentimientos que la atormentaba.
El chico se levantó, desnudo, su miembro aun erecto, la mirada fija en su mamá. "¿Ahora me toca a mi?" Preguntó, la inocencia de su cara desaparecida, reemplazada por la curiosidad del deseo.
El cuñado sonrió, la mamá se dio la vuelta y se acercó a su marido. "Vamos a mostrarle a tu papá lo que hemos aprendido." Dijo, su tono burlón, sugiriendo que la travesura continuara.
Y allí, en la cama, la mamá se ofreció a su propio hijo, la excitación haciéndola sentir que flotaba, que la gravedad ya no la ataba. Su marido le dio la espalda, permitiéndole tomar el control, y la mamá lo guió, mostrando al chico cada detalle, cada movimiento que la hacía sentir viva.
El chico la penetró, su inexperiencia haciéndola gritar, y la mamá se aferró a la almohada, la vida que la rodeaba se desvanecía en la bruma del placer.
Con cada empuje, la mamá sentía la vida fluir a su alrededor, la culpa se volvía cada vez más lejana, el placer se apoderaba de cada poro de su piel. Ella se movía con el chico, sus caderas bailando al ritmo de la pasión que los consumía.
Fuera, el sol se elevaba en el cielo, la vida continuaba, indiferente al acto sagrado que se consumaba en la intimidad de la habitación. La mamá, la amante, la maestro, se entregó al deseo sin límite, sabiendo que ya no podía volver atrás.
Con un grito final, la mamá se vino, su orgasmo resonando en la habitación. El chico la miraba, el asombro en su rostro, la vida que el le había dado ahora la daba a su propio placer.
Y allí, en la cama deshecha, la mamá, el papá y el cuñado se enredaron, la travesía erótica que emprendieron no parecía terminar. Ella se sentía sucia, culpable, maravillosa. El ciclo de la vida se repetía, y la mamá supo que ya nada volvería a ser lo que solía ser.
Fuera, la vida se reanudó, la gente continuaba con sus tareas diarias, sin saber que detrás de la ventana de la habitación, la mamá de un chico de 14 años se entregaba a la lujuria sin parar, que la vida que una vez la atormentaba ahora era la fuente de su placer.
Y la mamá, la esposa, la amante, se rindió a la corriente del deseo, la travesura que la hacía sentir viva, la que la hacía sentir que su vida no era solo la de una simple esposa, sino la de una aventurera del placer sin fin.
Su cuñado la observó, el sudor brillando en su piel, la luz del sol que se colaba por la ventana bailando en la pared. "¿Te gustó?" Le dijo, su tono desafiando, retando a la mamá a admitir la verdad.
Ella asintió, jadeando, saboreando la sal de la transgresión en sus labios. "Sí, me gustó." Sus ojos se cerraron, y la realidad se desvaneció por un instante, reemplazada por la imagen de su propia vida desmoronándose.
Su marido la miraba con una sonrisa en la cara, la satisfacción del que sabe que ha vencido. "¿Y a ti, cariño?" Le dijo, dirigiéndose al chico.
El chico se detuvo, la cara roja, el miembro aun en la mamá. "Sí." Dijo con la boca seca, la emoción aplastando la incredulidad. "Fue... fue increíble."
Y allí, en la cama, la mamá se dio la media vuelta, aceptando la ofrenda que el chico le daba. "¿Quieres más?" Ella le sonrió, y el chico asintió, sus ojos brillando con la emoción.
Con cada movimiento, la mamá se sentía aun mas atrapada en la red de la lujuria. Ella guió al chico, mostrándole lo que el deseo podía lograr, lo que la vida le podía ofrecer. Ella era la puerta a un placer que el jamás hubiera imaginado.
Su cuñado la miraba, su miembro ya duro de nuevo, la mamá lo tomó en su boca, succionando con avidez, la sensación de ser deseada por dos hombres a la vez haciéndola sentir que la tierra se abriría debajo de ella.
Fuera, el sol se elevaba cada vez mas en el cielo, la vida continuando su ciclo sin parar. La mamá se movía con los dos, su marido en su boca, su hijo en su interior, la vida que la rodeaba se desvanecía en la brisa del placer que la envolvía.
Con un gemido, la mamá se corrió, el placer recorriendo cada fibra de su ser. El chico la miraba, sus ojos llenos de admiración y deseo. "Así es." Ella susurró, "Así se vive la vida."
Y la mamá, la esposa, la amante, la maestra, se entregó a la pasion sin parar, sabiendo que ya no podía volver atras. La vida que una vez la atormentó se convertía en la fuente de su placer, la vida que una vez la llenó de temor ahora era la vida que la hacía sentir viva.
Y allí, en la cama deshecha, la mamá, el papá y el cuñado, continuaron su danza de lujuria, cada uno tomando lo que la vida les ofrecía, cada uno aceptando la travesía sin fin que el deseo les traía.
El chico, aun temblando de emoción, se acercó a la mamá, la besó con la torpeza de la inexperiencia, su sabor a sexo y a la vida que se desatara en la habitación. Ella lo abrazó, su pecho desnudo presionando contra el de el, la vida que una vez fue su refugio, ahora era la prision del placer.
Su marido, observando, la miraba con ojos llenos de fuego, la sed de la travesía que la mamá le ofrecía cada vez mas intensa. "Vamos, mi vida, no seas tímida." Dijo, su miembro duro a la vista, la invitando a continuar el viaje que la mamá no podía evitar.
El cuñado se movió, permitiendole a la mamá sentarse en la cama, su cara baja, la culpa intentando abrirse paso en la mar de placer que la cubria. "¿Por que lo haces?" Preguntó el chico, su tono lleno de emoción.
"Porque la vida es mas grande que las reglas que la limitan." Respondió la mamá, su alma desnuda, "Porque el deseo no entiende de lazos de sangre."
El chico la miraba, la inocencia que una vez lo definió ahora era solo un recuerdo lejano. "¿Y si me gusta?"
Ella sonrió, la vida sin censura que la envolvía. "Entonces, mi vida, disfrutalo. Aprenderas que la vida no se vive con miedo, se vive con deseo."
Con esas palaras, la mamá tomó la decicion de entregarse por completo, la travesía que la vida le ofrecía era mas grande que la culpa que la atormentaba. Ella se acostó en la cama, sus piernas abriendose, invitando al chico a que la tomara.
Su marido y su cuñado la observaron, la lujuria en sus ojos, la vida que la mamá les ofrecía cada dia mas atractiva. "¿Estas segura?" Preguntó el papá, su tono preocupado, la realidad intentando abrir un camino en la mar de la pasion que la mamá sentía.
"Más que segura." Dijo, su tono firme, "Estoy disfrutando la vida."
Y con esas palaras, la mamá, la amante sin limites, la maestro del deseo, se entregó al placer que su propio hijo le ofrecía. El chico la penetró, su miembro aun temblando, la vida que la mamá le daba a el un regalo sin precio.
Fuera, el sol se elevó en el cielo, la vida continuando su ciclo sin parar. La mamá se movió con el chico, cada embestida haciendola sentir que la vida le sonreía, que la vida era la que eligía. Ella gritó, el placer inundandola, la vida que la rodeaba se desvanecio en la brisa del deseo que la consumía.
Su cuñado la tomo del pecho, la mamá lo miraba, la vida que la miraba, la vida que la juzgaria, la vida que la amaba. El chico continuó, su ritmo acelerandose, la mamá se acercó al orgasmo, la vida que la llenaba, la vida que la hacía sentir completa.
Con un grito, la mamá se vino, el placer recorriendo cada centímetro de su piel. El chico se detuvo, la miraba, la admiraba, la mamá que una vez lo amamantó ahora lo amaba de una forma que jamás hubiera imaginado.
Miro a su hijo y le dice "hijo, quieres regarte en mi boca?" El hijo, sonrió y se aproximo a su mamá: claro que si mamá, claro que quiero. La madre por primera vez probaría el sabor del semen de su hijo y lo iba a aprovechar. El aproximo su pene erecto a la boca de su mamá y ella lo trago inmediatamente, succionando y jugando con su lengua... El hijo no aguanto más y soltó toda su leche en la boca de la madre la cuál tragaba sin desperdiciar una sola gota.
Los gemidos de su hijo sonaron en toda la casa al eyacular en la boca de la madre... ella no paraba de chupar su pene, quería que todo ese semen fuera solo de ella y así fue, trago todo el semen. El hijo quedo completamente extasiado y miro a su madre la cuál tenía una sonrisa en su rostro de excitación y felicidad.
En ese cuarto todos quedaron complacidos, el padre, el tío, la madre y el hijo. Ese sería el comienzo de algo nuevo para todos, sería el comienzo de un mar de historias que se escribirían en esa mismo hogar y en donde todos seguirían siendo partícipes.
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