Esposa se entrega a su suegro
Esposa se entrega a su suegro
"¿Estás segura de que quieres que mi marido no se entere?" Ella le dijo a su suegro con una mirada cautelosa.
"Sí, mi vida, estoy seguro. Esto será nuestro secreto", respondió el anciano con una sonrisa astuta.
Su nuera, joven, bella y deseada por su propio suegro, no podía creer las palabras que salían de su boca. Ella era consciente de su atractivo, su cabello castaño brillando en la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Su piel suave y tersa, su figura curvilínea que hacía que los ojos se detuvieran en cada centímetro de su ser. El ambiente se calentaba a medida que la tensión sexual se acumulaba en la habitación. El suegro, un hombre de edad madura, de semblante serio y ojos que parecían contener todos los deseos prohibidos, se acercó lentamente. Ella retrocedió, temerosa, su corazón latía a mil por hora.
Su marido, el hijo del anciano, viajaba con frecuencia por negocios, lo que creaba la oportunidad perfecta para que este deseo oculto saliera a la luz. La noche era cálida, y la brisa suave que entraba por la ventana era la única testigo de la escena que se iba a desatar. El suegro la tomó suavemente del brazo, y la condujo a la cama, su respiración jadeando en el silencio de la noche. Ella se sentó en la cama, y la suave almohada se adaptó a la curvatura de su espalda, la hacienda sentir aun mas vulnerable. Su suegro se acercó, su aliento cargado de excitación y sus manos, temblorosas, se deslizaron por su piel, desabotonando lentamente su blusa.
Sus ojos se cruzaron por un instante, y en el espejo que colgaba en la pared, la luz de la luna reflejó la duda que luchaba en el alma de la joven. Sin embargo, su suegro, con su experiencia y determinación, la alentó a continuar. Ella se rindió a la tentación, permitiéndole que la desvistiera, mostrando sus pechos firmes y sus piernas torneadas. Él se detuvo un instante, apreciando la belleza que se le presentaba, su miembro ya duro por la anticipación del acto que se iba a consumar.
Con un susurro, la joven esposa se acercó a su suegro, su boca buscando la de él en la oscuridad. Sus labios se unieron en un beso apasionado, lleno de la promesa de placeres desconocidos. Las manos del anciano se aferraron a su cintura, acercando su entrepierna a la de ella. La sensación de su erección a través del pantalón la excitó, y ella no pudo evitar que un leve gesto de deseo se dibujara en su rostro. Sin romper el beso, la joven se levantó y se despojó por completo de la ropa, mostrando su deseo desnudo y vulnerable. El suegro, con la mirada fija en su futura conquista, se desvistió a su vez, mostrando su propia excitación. Ella se acercó a la cama, y con la suavidad de la seda, se acostó, abriendo las piernas en un gesto que no podía ser mas explícito. El anciano se acercó, su miembro ya a la intemperie, listo para reclamar lo que deseaba.
Su suegro se acercó a su olor, que le resultaba familiar y a la vez extraño. El olor de su marido era distinto, mas joven, mas salvaje, y este era mas maduro, mas sabio. Sin perder la oportunidad, el anciano se metió entre sus piernas, y sin previo aviso, la penetró. Ella soltó un grito ahogado, de sorpresa y de placer, que resonó por la habitación. Sus uñas se hundieron en la espalda del anciano, y sus piernas se envolvieron alrededor de su cintura. El movimiento de sus caderas era torpe al principio, un baile inexperto de lujuria. Sin embargo, a medida que su suegro la penetraba cada vez mas profundo, cada gesto se volvía mas natural, mas instintivo. Ella empezó a moverse en sincronía con el, suave, lentamente, acercando su cara a la de el, sus labios pidiendo mas.
Ella se acostumbró a la sensación, y sus gemidos se hicieron mas fuertes, mas constantes. El anciano, al sentir el calor de su nuera, no pudo contenerse, y empezó a darle duros golpes, empujando su miembro cada vez mas hondo en ella. Ella respondió a cada embestida con un jadeo, y la cama crujía en sincronía con sus movimientos. Sus manos acariciaron su cabello, su pecho, bajando por su vientre, acariciando sus partes mas sensibles, despertando en ella un fuego que no sabía que existía. Sus dedos se metieron en su boca, humedecidos por la saliva, y la empujaron a chuparlos, a saborear el sabor de la excitación que se apoderaba de la habitación. La joven esposa se entregó por completo, permitiéndole que la llenara de su deseo, que la dominara con su experiencia.
En un gesto inesperado, el suegro la volcó boca abajo, y con un movimiento suave y experto, la penetró por el culo. Ella se tensó, la novedad del acto la llenó de un placer intenso y prohibido. Sus gritos se hicieron mas agudos, mas desesperados. El anciano no se detuvo, la penetraba con la freneticismo de un animal en celo. Ella se retorcía de placer, intentando acercar su cara al colchón para que sus gritos no alertaran a la casera. Sin embargo, el placer era demasiado, y sus gritos se volvieron incontrolables, resonando en la noche. El suegro aceleró el ritmo, cada embestida mas potente que la anterior, cada centímetro de su miembro despertando sensaciones que la joven no podía contener. Y justo en el climax de su unión, el anciano se corrió, llenando su interior de su semen caliente. Ella se detuvo, su respiración jadeando, sus ojos llenos de sorpresa y satisfacción.
La noche no terminó allí. La pasión que ardía entre la joven esposa y su suegro era insaciable. El anciano la tomó de la cintura y la puso en cuclillas, empujando su cara contra su miembro ya flácido. Ella lo acarició con la boca, saboreando el sabor salado de la vida. El suegro se endureció de inmediato, y la joven lo succionó, su lengua bailando alrededor, acariciando cada vena, cada centímetro de su pene. Él la guió, sus manos en su cabello, dirigiendo sus movimientos, y ella se entregó, adorando cada detalle de aquel acto sucio y delicioso. Su boca se llenó de semen, y ella lo tragó sin vacilar, disfrutando de la sensación de ser poseída por un hombre que no era su marido.
Con el paso del tiempo, la noche se tornó en una fiesta de deseo y placer sin límite. Ella descubrió que le gustaba el sexo anal, que la llenaba de un placer que jamás experimentó. Sus gritos se volvían mas fuertes, mas guturales, cada embestida que le daba su suegro la acercaba al borde del abismo. La penetraba sin piedad, sin compasión, y ella lo recibía con ansias, con un hambre que no podía ser saciada. Sus manos se agarraron a las sábanas, su cara se retorcía en una mueca de placer, y sus ojos se cerraban a medida que el éxtasis la consumía.
La mañana se acercaba, y la luz tenue del amanecer empezó a colarse por la ventana. El suegro, exhausta y satisfecho, se acostó a su lado, y la joven se acurrucó contra su pecho, sus respiraciones profundas y lentas indicando que el cansancio ya la reclamaba. Sin embargo, el anciano no descansó. Con la sonrisa en la cara, empezó a acariciarla suavemente, despertando a la pasion dormida en sus entrañas. "¿Estás preparada para mas?" le susurró al oído, y ella asintió, sus ojos abriéndose con un brillo renovado.
Pero la noche trajo una sorpresa mas. El suegro le confesó que ya no podía mantener su deseo en secreto, y que su hermano, un hombre joven y atractivo, compartiría su cama la noche siguiente. La joven, que ya se habia entregado a la perversa pasion, no pudo negarse. La idea de dos hombres tomando de ella a la vez la emocionó, llenando su mente de imágenes eroticas que la hicieron temblar. Se imaginó con sus bocas en sus pechos, sus manos en su culo, sus penes invadiendo cada uno de sus agujeros. El suegro la besó en la mejilla, su sonrisa maliciosa deslizandose por su cara, "Será la noche mas memorable de tu vida, mi vida. Estoy seguro de que te gustara", dijo, y la joven, con la boca seca del deseo, solo pudo responder con un suspiro.
Así, la noche de la traición se transformó en la noche del placer, y la joven se adentro en un ciclo sin fin de lujuria, de deseo y de secreto. Su marido, que no sospechaba nada, se fue a la cama satisfecho, sin saber que su esposa se convertiría en el juguete de su padre. La vida continuó, y cada noche que el marido estuvo de viaje, la joven se envolvía en las sábanas con el anciano, explorando cada rincón de su ser, cada grieta de su alma, cada centímetro de su anatomía. Y cada mañana, se levantaba temprano, sonriendo al espejo, sabiendose la dueña de un placer que la hacía sentir viva, que la hacía sentir que la vida aun le guardaba secretos por descubrir.
Pero la vida es un ciclo, y la noche del placer se repitió, solo que ahora con la presencia del hermano del anciano. El joven, que la miraba con deseo descarado, no podía creer su suerte. Ella, que ya no sentia remordimiento, se dejo seducir por el, permitiendole que la penetrara con la dulzura de la inocencia. Sus gritos se confundian con la noche, y la cama se quejaba con cada embestida, cada gemido, cada latido del corazón que se aceleraba al ritmo de la lujuria. Y al final, la joven, con el semen de los dos hermanos en su boca, en su interior, se sentia completa, satisfecha.
Las semanas pasaron, y la joven se acostumbró a la doble penetración, a sentir la carne dura de los dos hermanos llenando sus agujeros, a la sensacion de ser la reina de la noche, la diosa del deseo. Sus miedos se convirtieron en ansias, su timidez en deseo, su inocencia en perversion. El anciano la adiestro, le enseno a ser la puta que ella no sabia que era, a disfrutar del sexo sin limites, a ser la que el marido no podria ser. Y la joven, que ya no podia imaginarse la vida sin el sabor de la traicion, se dejo llenar, se dejo amar por dos hombres que no debian.
El marido, desconocedor de las infidelidades, continuo viajando, y la joven, cada noche, se entregaba a la pasion que la consumia. Los dos hermanos, que ya no podian ocultar su deseo, se volvieron adictos a la carne joven de la nuera. Y la joven, que ya no sentia el peso de la culpa, se dejo arrastrar por la ola del placer, por el ciclon de sensaciones que la hacian sentir viva, que la hacian sentir la mas deseada, la mas puta.
Pero la vida no podia ser solo de placer, la vida trae consigo la realidad, y la realidad es que el marido descubrio el secreto. Al volver a casa una noche mas temprano, la sorprendio en la cama con sus padre. El shock se apodero de el, la rabia, el odio, la traicion. La joven, que ya no podia mentir, se levanto, desnuda, con la cara llena de semen, y se enfrento a la verdad. El marido la miro, sus ojos llenos de ira, y la joven, con la mirada baja, supo que su ciclo de placer habia terminado. La vida le devolvio el golpe, y ahora era el turno de la expiacion.
Pero la traicion no termina ahi. El marido, en un acto de venganza, decidio unir lazos con la esposa del hermano, y la joven, que ya habia probado el sabor de la infidelidad, no pudo evitar sentir un escalofrio de excitacion al saber que su marido la traicionaria de la misma manera. El ciclo continuo, las camas se volvieron escenarios de venganza, de sexo y de traicion, y la vida de la joven se torno en un espejo roto, en el que solo se reflejaba la imagen distorsionada de la felicidad.
Y la noche se volvio aun mas calida, mas pesada, mas cargada de deseos y de maldiciones. El ciclo de la vida, el ciclo del placer, el ciclo de la traicion, no pararia, y la joven, que una vez fue inocente, ahora era la que guardaria el secreto mas obsceno, la que habia roto el ciclo de la fidelidad. Y en la quietud de la noche, sus gritos se escucharon, no mas de placer, si no de deseo y de angustia, de la lucha por salir de aquel infierno que habia creado con sus propios actos. La luna miraba impasible, testigo del ciclo sin fin de la lujuria y la traicion.
El marido, que ya no la podia ver sin sentir la rabia, la odiaba, la deseaba, la amaba, la odiaba. Ella lo miraba, sus ojos llenos de miedo y de excitacion, sabia que el ciclo no se detendria allí, que la vida les depararia mas secretos, mas mentiras, mas infidelidades. Y el, que se habia convertido en el monstruo que una vez odió, la tomo por el cabello, la jalo con bruteza, y la empujo contra la pared, clavando su boca en la suya. El sabor a semen aun se encontraba en su boca, y el, que sabia el sabor de la traicion, la beso con la furia de un animal herido.
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